21 / lunes - diciembre de 2009

Semana 52. 355/10
Juan de la Cruz.
Comienzo del invierno. Día más corto del año.

Quién iba a decir a los españoles de las Cortes de Cádiz que lo que comenzó en 1812 como un sorteo celebrado por el sentir popular ante la llegada de la Navidad daría la vuelta al mundo y serviría de inspiración a una de las películas de Futurama, la conocida serie animada de la Fox. Y es que casi doscientos años de historia de lotería navideña dan para muchas anécdotas.

En concreto, el Sorteo Extraordinario de Navidad tiene su propio “cameo” en el largometraje Bender´s Big Store (El Gran golpe de Bender), en el que el profesor Farnsworth es engañado por una banda de cyber-timadores a través de una notificación según la cual el profesor ha resultado ganador del sorteo navideño de la Lotería Nacional.

Pero no sólo los estadounidenses de la Fox se han dejado “seducir” por los encantos del clásico Sorteo de Navidad. ¿Qué pueden tener en común con este sorteo tan español Francia y Gran Bretaña? A pocos les sonará el nombre de Clive Arrindell. Pero si citamos el apelativo “el calvo” de la Lotería, todos ponemos cara a ese actor británico que protagonizó durante ocho años el clásico anuncio de la Lotería de Navidad. Y dicho personaje fue creado por la agencia francesa Publicis en 1998, que ganó el concurso convocado por Loterías.

¿Por qué Loterías y Apuestas del Estado acabó con “el calvo”? Según la propia entidad estatal, porque “eclipsaba” la esencia del sorteo, y probablemente también porque Arrindell recibía cada año entre 120.000 y 150.000 euros por trabajar en exclusiva para dicho anuncio.

El profesor Farnsworth de Futurama no ha sido el único timado en el Gordo de la Lotería. Más allá de la ficción, la historia del Sorteo de Navidad está plagada de anécdotas de este tipo. 2003 fue probablemente uno de los años más prolíficos en timos de lotería navideña. Así, las autoridades de Estados Unidos y Reinos Unido alertaron ese mismo año a sus ciudadanos de que una estafa utilizaba la Lotería española como cebo. El mecanismo era muy sencillo: el “afortunado” recibía en su hogar una carta o llamada telefónica por la que se le comunicaba que había resultado ganador del Gordo. Para hacer efectivo el millonario premio, el acertante debía enviar una cantidad de dinero para costear los impuestos y tasas.

Dicho timo se extendió el mismo año a Corea del Sur, donde el propio cónsul en España, Pil Hwan, denunció que su compatriota Ki-Hoon recibió un correo con la noticia de que había ganado nada menos que 1.547.000 euros. Eso sí, debía enviar al remitente en concepto de “comisiones” 2.665 euros. Finalmente, los timadores le enviaron un documento con un membrete falso de Banesto y un número con una cuenta bancaria. Y al pobre Ki-Hoon le engañaron como a un chino.

Timos al margen, sería un pecado despedir un reportaje sobre el Gordo de Navidad sin citar a uno de los principales puntos de venta en toda España: Doña Manolita (Madrid). En la popular y castiza administración madrileña, fundada en 1931, una pareja de desconocidos hacía cola para comprar sus décimos. Durante la espera, charlaron sobre las ilusiones depositadas en el sorteo. No les tocó el Gordo en forma de dinero, pero sí en el plano sentimental: de su encuentro fortuito surgió un matrimonio y nació una niña.

Otra de las anécdotas ocurridas con un billete de lotería adquirido en Doña Manolita parece sacada de una película de intriga. Hace algunos años un boleto salió de esta administración madrileña rumbo a Sevilla, pero nunca llegó a las manos de su dueño porque una banda de atracadores asaltó la furgoneta en la que viajaba el billete. Tres días después, dicha furgoneta apareció completamente quemada… excepto el billete de lotería, intacto. Si hubiera caído el Gordo en dicho billete, su legítimo dueño, los ladrones e incluso la propia policía se habría tirado de los pelos.

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