14 / miércoles - septiembre de 2016

Semana 37. 258/108
Cruz.

Desde la antigüedad, el miedo a las tormentas ha ido dando lugar a un sinfín de rituales -mitad paganos, mitad religiosos- destinados a la protección de enseres y de las propias personas. Una tradición que ha perdurado en el tiempo es encomendarse a algunos santos, en particular a santa Bárbara, la protectora contra el rayo por excelencia. Existen numerosas supersticiones, como la de hacer una cruz con sal en el dintel de la puerta de la casa, echar un puñado de sal al fuego o buscar amuletos contra la tormenta, como ramas de laurel o de romero bendecidas. Los exorcismos acostumbraban a hacerse desde unas construcciones de piedra diseñadas para tal fin. Se trata de los esconjuraderos, llamados en Cataluña comunidors, una palabra que tiene su origen en el término latino commonere, que significa precisamente "conjurar el mal tiempo con oraciones y exorcismos". Los esconjuraderos son edificios pequeños de piedra rectangulares, en forma d porche y abiertos a los cuatro puntos cardinales., que se ubican normalmente al lado de las iglesias. En los Pirineos quedan todavía algunos en pie. Cuando amenazaba tormenta, el sacerdote se dirigía a esa construcción y desde allí pronunciaba en voz alta el conjuro establecido.
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