12 / miércoles - junio de 2019

Semana 24. 163/202
Juan de Sahagún.

Los kleenex o, en español, clínex, con la grafía que adoptó la Real Academia Española cuando incluyó este término en el Diccionario pertenece a esos objetos cotidianos -típex, posit, chupachups-, provienen de una marca comercial que acabó dando nombre al producto. Los pañuelos desechables nacieron en los Estados Unidos hace casi 100 años. Durante la Primera Guerra Mundial, la escasez de algodón obligó a buscar un sucedáneo barato, y la celulosa se reveló perfecta para fabricar compresas, vendas e incluso filtros de mascaras antigás. Terminada la contienda, había un enorme excedente de este material, con el que empezaron a fabricarse -y a comercializarse- toallitas desmaquillantes. Lanzadas en 1924, al principio de llamaron Kleenex Kerchiefs. Y aunque muchas actrices de la época aparecieron en revistas elogiando sus virtudes cosméticas, lo cierto es que los pañuelos de usar y tirar empezaron emplearse en cosas para las que, en principio no se habían pensado: quitar manchas, secar el sudor, limpiarse las manos, sonarse la nariz: eran más cómodos que los tradicionales y más higiénicos. En los años treinta del pasado siglo, la compañía que los fabricaba, Kimberly- Clark, enumeraba en las cajas hasta 48 posibles aplicaciones domésticas. Nunca se ha sabido de dónde proviene la denominación de la marca, pero se especula con que fuera algún tipo de deformación o juego de palabras inspirado en el verbo inglés to clea -limpiar-. Por cierto, la voz clínex sirve tanto para el singular como para el plural.
.- Todos los capítulos de Tantos hombres y tan poco tiempo.