9 / jueves - enero de 2020

Semana 2. 9/357
Segundo.

Los piojos atacan a uno de cada diez niños y se agarran a los humanos como a un clavo ardiendo ya que solo nuestra sangre les sirve de alimento. Normalmente, las infestaciones ocurren entre los tres y los diez años de edad. A partir de ese momento, aumenta mucho la producción de sebo en el pelo, una sustancia grasa que los piojos detestan. De ahí que apenas se den casos entre los adultos. Otro enemigo declarado de estos parásitos son los tintes capilares, sobre todo los que contienen amoniaco. No toda la cabeza ya que solo es igual para los piojos. Estos insectos de seis patas muestran una clara preferencia por la nuca, donde el pelo suele ser más largo. Se aparean una vez, pero resulta una cópula muy eficaz, ya que la hembra almacena el esperma en su cuerpo y lo usa para producir huevos cada día de su vida, que normalmente dura un mes. Suelen poner de cinco a diez huevos diarios Y acostumbran a depositar sus huevos detrás de las orejas. Concretamente, a uno o dos milímetros del cuero cabelludo, donde se mantienen calentitos. Para evitar que los huevos se desprendan, sus madres producen una especie de cola pegajosa. Las larvas nacen en un plazo de siete a once días. A diferencia de las pulgas, los piojos no se desplazan de un lado a otro dando brincos. Tampoco saben volar. Ni siquiera se defienden nadando. Eso sí, caminan bastante rápido, a unos 30 centímetros por minuto sobre pelo seco. Así las cosas, el único modo posible de contagio es que, mientras juegan unos niños con otros, sus pelos entren en contacto. O que compartan cepillos, peines, gomillas y gorras. Además de juntar las cabezas al hacerse selfis con el móvil, una práctica que, según los dermatólogos, ha aumentado el contagio entre adolescentes en los últimos años. Porque su objetivo no es la suciedad, sino la sangre. Es más, parece que prefieren el cabello limpio al sucio, y el liso al rizado. Los piojos localizan las venas del cuero cabelludo, las perforan y succionan la sangre, no sin verter antes un poco de saliva para impedir que se coagule. Como consecuencia, la víctima empieza a percibir un fuerte picor que nada tiene que ver con falta de higiene. Por lo tanto, lavarles la cabeza con insistencia a los críos no evita que se contagien. Además de los de la cabeza –Pediculus humanus capitis–, los humanos son vulnerables a otros dos ftirápteros. Por un lado, los piojos corporales –Pediculus humanus corporis–, que pertenecen a la misma especie y suelen vivir en la ropa, las sábanas y las toallas. Ponen sus huevos en las fibras textiles y solo se trasladan temporalmente a la piel para alimentarse. A ellos se les suman los piojos púbicos, Pthirus pubis, que según estudios recientes nos contagiaron los gorilas hace varios millones de años, quizá por dormir en los mismos nidos o alimentarnos de su carne. Por lo general, se encuentran adheridos al pelo del área púbica, aunque también pueden colonizar el vello de cejas, pestañas, barba, bigote o axilas. Se transmiten durante el contacto sexual.
.- Todos los capítulos de Tantos hombres y tan poco tiempo.